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El máximo dirigente cubano, Raúl Castro, no recibió ayer al ministro de Exteriores español José Manuel García-Margallo, que se encontraba en Cuba de visita oficial, pese a lo esperado.

La visita de José Manuel García-Margallo se torció así con este percance de última hora. Si bien es cierto que la reunión nunca llegó a ser confirmada, se la esperaba como colofón a las dos jornadas oficiales del canciller español en La Habana, en una visita dedicada a la tarea de trasladar un mensaje del Gobierno español de acercamiento y de buenos oficios en la reciente y tímida apertura de Cuba al exterior.

Las fuentes diplomáticas españolas no alcanzaban ayer a explicar, a pocos minutos del regreso de la delegación a Madrid, las razones del desplante -su antecesor, Miguel Ángel Moratinos, sí fue recibido con todos los honores-. Pero a falta de una excusa oficial al uso sobre los problemas de agenda del presidente, se decantaban con claridad por que la conferencia de Margallo de la víspera pudo molestar a la cúpula del régimen comunista. En dicha conferencia, pronunciada en la escuela diplomática cubana, el ministro glosó de manera detallada el proceso vivido por España en la Transición. Aunque sin hacer apelaciones a las autoridades cubanas, reivindicó con claridad el «pluralismo» político, la apertura económica al exterior, el final de la censura y la excarcelación de presos.

Sea como sea, la diplomacia española puso en valor el hecho de que Margallo, finalmente, fue recibido por el número dos del régimen y virtual sucesor de Castro en 2018, Miguel Díaz Canel, en un encuentro de tres cuartos de hora que, en todo caso, no tuvo cobertura mediática.

Aunque sin expresar malestar alguno -el diario oficial Granma, que ayer abría con la visita del primer ministro de Guinea-Bissau, apenas dedicaba un breve espacio al ministro español-, Margallo dio perfecto acuse de recibo del gesto de Castro al cambiar la anunciada rueda de prensa por una declaración institucional sin preguntas. En el Club Internacional de Prensa agradeció ante los medios nacionales y extranjeros la «hospitalidad y cálida acogida» dispensada por el «Gobierno y el pueblo de Cuba», como expresión de la «normalidad» de las relaciones bilaterales. Pero, a continuación, y sin abandonar el lenguaje diplomático, el canciller español plasmó una serie de reivindicaciones incómodas para el régimen de Castro.

Empezó por asegurar que España «querría un ritmo más rápido en las reformas económicas que dé más margen a la iniciativa privada y a la inversión extranjera». Trasladando las concretas demandas que le fueron planteadas la víspera por los representantes de cerca de 300 empresas españolas, Margallo reclamó también la «reunificación monetaria» y la «descentralización en la toma de decisiones», relativa a la contratación de mano de obra cubana.

Pero además, el ministro declaró que había solicitado en nombre de España a las autoridades cubanas «la ratificación de los pactos internacionales de Derechos Civiles y Políticos y los pactos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU», además de «la aplicación del convenio número 87 de la OIT sobre la libertad sindical». Y por si todo eso fuera poco, detalló que se había «interesado» por la «situación de 12 cubanos excarcelados bajo la llamada licencia extrapenal, para que se les autorice a viajar fuera de Cuba»; y que también «se autorice a viajar a Cuba a los excarcelados en 2011 en el marco de los acuerdos entre la Iglesia y el Gobierno, que actualmente se encuentran en España»; esto es, sobre los antiguos presos políticos que el Gobierno socialista recogió en España de la mano de Moratinos.

En este contexto, Margallo no pudo ni de lejos arrancar un compromiso por parte del régimen para que Raúl Castro participe en la Cumbre Iberoamericana de Veracruz, la primera que presidirá Felipe VI, los próximos días 8 y 9 de diciembre.

No obstante, y pese al desplante, Margallo insistió durante su declaración en pedirlo pública y formalmente. Para la diplomacia española, lograr un «pleno» de mandatarios en la cumbre resulta esencial para revitalizar un foro que estuvo a punto de encallar en su última edición, el año pasado, en Panamá. Un interés compartido por la Corona de España. De hecho, fuentes diplomáticas aseguraron que el Rey Felipe en persona telefoneó al ministro Margallo para interesarse por el curso de su visita a La Habana. Las fuentes consultadas no disimulaban anoche su decepción por la reacción cubana a la visita -por otro lado arriesgada en términos de política interna- del ministro popular.

Por otra parte, la delegación presumió de haber hecho avances en su vocación de respaldo al proceso de paz en Bogotá. Margallo comprometió el de la Unión Europea en el Consejo de Ministros del próximo enero.

Fuente: Elmundo

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