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La Revista Cubana de Salud Pública acoge, en el número correspondiente al actual trimestre, un material crítico respecto a las políticas de divulgación gubernamentales en el área médica. El Doctor Luis Suárez Rosas, de la Escuela Nacional de Medicina, es el autor del trabajo “El silencio epidemiológico y la ética de la Salud Pública cubana”.

Como es del conocimiento general, los órganos de prensa del gobierno cubano manifiestan enormes reticencias para reconocer públicamente los distintos episodios epidémicos que se han producido en los últimos años.

Cada vez que se produce un brote de dengue, los periódicos nacionales y provinciales parecen de espaldas al asunto o demasiado ocupados con las desgracias de regiones lejanas. Las grandes movilizaciones del sistema sanitario son evidentes para todos los ciudadanos, menos para los periodistas oficiales.

El Dr. Suárez Rosas encuentra poco satisfactoria esta situación, en sintonía con lo que sentimos muchas personas. De tal suerte, se dedica a argumentar las desventajas de tales prácticas secretistas.  En su escrito, plantea que existe suficiente experiencia científica sobre el enfrentamiento a las epidemias, tanto en Cuba como en otros países. Esto debería facilitar la reducción de su incidencia y repercusiones pero, al escamotearse la información, se favorece la aparición de rumores de toda laya.

Cuando el silencio epidemiológico no se corresponde con la realidad, expone el profesor, no se contribuye a disminuir los casos de la enfermedad. La población, no enterada, falla en adquirir una percepción realista del riesgo de contagio y la gravedad de la enfermedad. Se comprende fácilmente cómo estos problemas lastran la movilización social necesaria para disminuir la presencia del vector de la enfermedad, el mosquito Aedes aegypti. El profesor se cuestiona:

“¿El solo hecho de que se cree la duda sobre si es falso o no el silencio epidemiológico actual del dengue en nuestro país, se corresponde con las conquistas éticas de la salud pública cubana?”

El autor destaca el año 1977 como el de la introducción de la variante clásica del Dengue en nuestro país. Las grandes acciones antivectoriales no pudieron impedir el contagio de una gran parte de la población nacional. A partir de la trágica epidemia de 1981, el insidioso virus se convertiría en uno de nuestros grandes problemas epidemiológicos.


El sistema médico nacional recibió en esa década un poderoso impulso, y aspiraba a ser calificado de potencia y referente mundial. Con la caída de los subsidios del CAME, el deterioro no ha podido ser detenido a pesar de los planes e iniciativas lanzadas con mayor o menor fortuna.

Nuevos brotes de dengue han complicado el cuadro de salud cubano, en especial entre los años 2000-2002 y 2006. Suárez Rosas no parece haber encontrado referencias oficiales a los casos de dengue ocurridos en el pasado 2012, aunque sí sobre el brote de de cólera de ese año. En este sentido, refiere:

“En el reporte de casos de dengue en Las Américas de la OPS, que se recoge en la semana epidemiológica 36 actualizado hasta el 25 de septiembre de 2012, no aparecen informes de Cuba. En la fila correspondiente se puede leer: Without reports.”

Yo, en particular, no necesito esos reportes oficiales, ya que tuve a mis dos padres ingresados -simultáneamente- por esa causa. Y puedo hacerme eco de las siguientes consideraciones del autor:

“La existencia o no de una cantidad de casos de una enfermedad es uno de los aspectos y cuestiones de la salud pública susceptibles de una particular y específica consideración ética que requiere una transparencia informativa responsable y veraz que llegue a individuos y colectividades sin mutilar, ocultar o secuestrar información. En numerosas ocasiones esto se convierte en una cuestión de vida o muerte.”

Este proceder secretista y su ética lamentable, sostiene el autor, contrasta con el legado de los sanitaristas cubanos a lo largo de cientos de años. La salud en Cuba, afirma, constituye una riqueza y una referencia de alto valor en las circunstancias nacionales y mundiales.

Por lo mismo, considera que un proceder, más acorde con los principios humanistas y de respeto con la verdad, se torna una necesidad imperiosa para el enfrentamiento y solución a los problemas de salud.

Los materiales de la Revista de Salud Pública Cubana suelen caracterizarse por la loa al gobierno. También puede reconocerse que no tiene una gran circulación, más allá de estrechos círculos profesionales. Para este servidor, es esperanzador que también allí broten y se multipliquen voces en pro del respeto a la ciudadanía y sus derechos de recibir información veraz, accesible y de vital importancia, a través de los medios de prensa que supuestamente le pertenecen.

Según la Real Academia de la Lengua Española,25 la “Ética es la parte de la Filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre” y el “conjunto de normas morales que rigen la conducta humana”. Luego puede aceptarse que la Ética es la ciencia que trata sobre la moral, investiga aquello que es específico al comportamiento humano y enuncia principios generales y universales inspiradores de toda conducta, 26 regulado mediante normas o códigos que prescriben el buen comportamiento, las mejores prácticas y prohibiciones que definen su actuación.


La Ética no se manifiesta en abstracto, no vive ajena a las realidades. Todo el legado ético de los sanitaristas cubanos que a lo largo de cientos de años han forjado la Salud Pública en Cuba, desde Tomas Romay con su vacunación antivariólica, Finlay al frente de la Escuela de Higienistas Cubanos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta nuestra contemporaneidad, que ha conocido de hombres y mujeres excepcionales consagrados a la creación y consolidación de un sistema nacional de salud sobre sólidas bases éticas, se constituye como fundamento para la acción y el pensamiento en las actuales circunstancias donde la ética se ha convertido en un aspecto clave y una necesidad imperiosa e impostergable porque sin ética no hay solución posible y sostenible a los problemas que enfrentamos.

El 26 de Julio de 1981, en la ciudad de Las Tunas, en el acto central por el XXVIII anivesario del asalto al Cuartel Moncada, Fidel expresó lo siguiente:

“Creo que si un país puede erradicar este mosquito, este país es Cuba, por su organización, por el nivel de cultura de su pueblo, por el espíritu de disciplina y de trabajo que tiene nuestro pueblo. Creo por ello, que nuestro país puede proponerse la meta de erradicar el mosquito.”

Tres décadas después de pronunciadas estas palabras el principal transmisor del dengue, el mosquito Aedes aegypti, no ha logrado ser erradicado definitivamente de Cuba y la enfermedad nos sigue afectando.

Fuente: Havana Times.org

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