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Sus protagonistas cantan y, sin embargo, no es un musical. Es una fábula infantil y, sin embargo, los adultos descifran moralejas. No ocurre en ningún lugar y, sin embargo, huele a Cuba por todas partes.

Y, sin embargo, la película primera de Rudy Mora, realizador de series como Doble Juego y Diana,  llegó felizmente a la gran pantalla en todo el país, la historia de Lapatún, el niño creado por el dramaturgo ruso Alexander Jmélik, que entrara a la escena cubana de la mano de Tin Cremata y su compañía infantil La Colmenita.

Pero la versión cinematográfica de Rudy no solo mantiene el trabajo con los niños y el diálogo inseparable con las canciones de Silvio Rodríguez que descubriera Tin, sino que añade un valor más: la creación de un mundo de fábula poblado por personajes fascinantes que encarnan Manuel Porto, Raúl Pomares, Osvaldo Doimeadiós, Eslinda Núñez y Adria Santana. Vecinos todos que aportan casi sin palabras un debate enriquecedor con la esencia de la obra: ¿podemos acaso renunciar a soñar?

«Estoy contento con el resultado final, aunque creo que no tiene los resortes que lleven a la cinta por la línea más popular. Mi intención fue hacer una película para que mientras los niños ven una cosa, sus papás que los acompañan puedan ver otra. Si la gente se conecta con la visualidad y el espíritu de la película, habremos ganado la mitad de la batalla», afirma Rudy quien comparte con la prensa algunos de los desafíos que enfrentó.

«En Y sin embargo no trabajábamos por un camino definido. Eran muchos los ingredientes, pues tiene que ver con la fábula, con el musical, con la ciencia ficción, con el cine para niños. Resulta muy fácil marcar una época, buscar información al respecto, pero muy difícil imaginar ese momento que solo se da en la película, y no pertenece a ninguna fecha ni lugar en específico. Es por eso que el vestuario y la escenografía responden a este ambiente de fantasía».

En este punto Miriam Dueñas reconoce que el director no la dejó de la mano en la confección de los vestuarios. Así le tocó concebir el único traje que cada uno de los personajes llevaría durante toda la película. «Tenía la oportunidad de acertar o de equivocarme una sola vez», dice la diseñadora.

Otro reto estuvo en las canciones de Silvio, las cuales constituyen para Mora como una pared blanca: «siempre quedan bien donde quiera que la ubiquen. Pero me preocupaba transitar por un camino trillado. Para tratar de contextualizarlas, se nos ocurrió la idea de que todo sucediera en una escuela de música.

«Además de temas antológicos como Locuras incluí otras dos inéditas, Cayó una estrella y Cosmonauta, con la cual empieza la cinta. A su vez tomé pasajes de otros temas como El duende, que sirvieran de inspiración a Juan Carlos Rivero para crear la música incidental», explica Rudy quien incluye al autor de Unicornio en el staff de actores, como una especie de homenaje «secreto» a lo que él significa para su generación.

Pomares aplaude la llegada al cine de Rudy Mora con esta obra: «Al inicio no entendía para qué Rudy me quería en un papel “pequeñito”, de un zapatero que ni habla. Pero hoy comprendo que mi personaje ayuda a crear un ambiente vital. Por eso me satisfacen esas cosas soñadoras, fantásticas, que tenemos los cubanos de querer hacer locuras, cuando menos, una».

A los desvariados habitantes del pueblo se opone otro grupo que encabeza Larisa Vega, la directora de la escuela de música, baluarte de intransigencia y guardiana del inalterable orden establecido, donde no tienen cabida otras verdades que no sean las que ella defiende con grave voz. Y en el bando alegre, están los niños, quienes crecen cuestionando inconformes, verificando sin tapujos, y preguntando qué clase de persona somos si no podemos creer que el escaramujo es de la rosa y el mar.

Niños de fábula
Confiesa Olo Tamayo que cuando deja de ser Olito se convierte en Lapatún. Para confirmar sus escuetas palabras Cremata narra la insólita llegada de Olito a La Colmenita.

Resulta que era un ágil atleta practicante de wushu, y por las tardes solía ir a ver actuar a sus hermanos en la nueva obra que ensayaban. Un día en broma Tin le dijo que la había visto tantas veces que se la debía saber de memoria, que por qué no se paraba y hacía de Lapatún.

Convencido de que se negaría, quedó asombrado cuando el niño aceptó el reto con naturalidad, y temblaron sus piernas cuando escuchó hablar al mismísimo Lapatún. «Ese día entró la verdad a la escena, al teatro que es la mentira disfrazada de verdad o viceversa».

Lilita no había interpretado nunca a Shafín, un papel que además le pertenecía a un niño. Ella «es la que toca percusión en La Colmenita, por eso cuando tuvo que tocar la batería en la película, no pasó trabajo. Claro, después de terminada la escena, se armaba tremenda rumba», recuerda Rudy.

Para Lilita el acercamiento a su personaje fue creciendo a medida que corría la filmación. A diferencia de Olito dejé de ser Shafín para ser Lilita, comenta la niña, quien dice que tomó mucho de sí para darle vida. «A mí no me gustan las injusticias, por eso no voy a permitir que nadie me quite el sueño que le querían arrebatar a Lapatún».

Gracias a Habanastation, donde interpretó al dueño del play station, Ernesto Escalona ya conocía el mundo del cine. Cuando le preguntan que cuál de las dos le gusta más, responde que ambas: una se mueve por la realidad, la otra por la fantasía. Solo que Y, sin embargo le ha abierto las puertas para no renunciar a las cosas que quiere.

Danielito es el bajista de La Colmenita y el hijo de Amaury Ramírez Malberti, responsable de los arreglos musicales de la obra de Silvio. Admite que le costó mucho trabajo el tema de las expresiones, y por eso reconoce la paciencia de Rudy. Pero aprendí muchísimo, asegura, y al igual que Carolina agradece haber tenido tan cerca a actores tan reconocidos.

Rodar se convirtió en una experiencia única. «Llegar a las cuatro de la mañana a las locaciones, con un frío intenso, y ver a estos niños con los ojos abiertos, con todos sus textos aprendidos, listos para el llamado, creo se volvió un resorte que haló a un millón de gente», rememora Rudy. «Son profesionales, con un oficio y voluntad que nace del mismo espíritu de laboriosidad de La Colmenita. Es un mérito de la compañía y de estos niños que son brillantes».

Fuente: Juventud Rebelde

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