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El escaso volumen de agua de la presa, obligan a una permanente vigilancia sobre las capturas para el consumo humano.

La presa Zaza casi se ahoga: su vientre explota de tanto pescado, el agua se le evapora cada vez más en vísperas de junio y para colmo, la hipoxia y las altas temperaturas, de hasta casi 30 grados al amanecer, dan el puntillazo final a su salud. Hasta ahora, sin embargo, allí certifican la calidad de las capturas para el consumo humano.

Los especialistas no le quitan el ojo de encima al embalse porque, si se prolonga la sequía, los animales pueden comenzar a morir y ocurriría un desastre sanitario con daños incalculables para ese ecosistema, que demoraría años en recuperarse.

Aunque el mayor acuatorio del país ya padeció sequías incluso peores, nadie recuerda estrés similar porque su biomasa se ha tornado descomunal a partir del desove natural de las especies que la habitan, lo cual -unido a su bajo nivel y a la abundante materia orgánica en descomposición -, reduce las cantidades de oxígeno y provoca niveles considerables de contaminación.

“Estamos monitoreando a diario el embalse, mantenemos un sistema de vigilancia permanente y en la industria cada una hora se toman muestras para evitar una producción corrompida. Existe contaminación, pero todavía la presa mantiene valores permisibles para el consumo.

Hasta hoy no se ha reportado mortalidad en la tenca, sin embargo durante los últimos días hemos perdido más de 3 000 tilapias de cultivo en jaula casi en edad de producción; ya emitimos una prohibición de pesca en los ríos Yayabo y Tuinucú y alertamos a la población para que no compre pescado en la calle por los peligros de intoxicación”, comenta Miriam Solano, especialista principal de la Dirección de la Acuicultura en la provincia.

En la “Zaza”, que hoy almacena apenas el 14 por ciento de su capacidad, se realizan mensualmente además, análisis en laboratorios especializados de los parámetros hidroquímicos del agua y del estado del plancton, los cuales han arrojado un deterioro de los parámetros básicos para la vida en el lugar: bajos niveles del zooplancton u organismos animales que se encuentran en sus profundidades y de oxígeno; elevada demanda química de este en algunas zonas de pesca; así como el incremento del florecimiento de las algas o fitoplancton.

“Todas las especies del embalse en su estado larval se alimentan del zooplancton, pero la tenca manchada lo consume hasta su vejez y hemos encontrado ejemplares de ella en estado distrófico, desnutridas, lo cual confirma que ese alimento ya no es suficiente para tanta biomasa.

Según los resultados de mayo, todos los indicadores se han deteriorado; en el caso del fitoplancton tan alto, puede provocar más descomposición de materia orgánica y por ende, mortalidad”, precisa Celia Torres, experta en la materia que se ocupa específicamente del estado de la “Zaza”.

A pesar de las limitaciones con el transporte, la escasez de cajas plásticas y las difíciles condiciones de labor en la zona, la Pesca ha desplegado múltiples estrategias en este complejo entorno: intensificar los niveles de captura hasta donde la capacidad industrial lo permita, es decir hasta 20 toneladas al día; pescar sólo en las mañanas, incluso animales pequeños que traen pérdidas, y procesarlos durante la jornada para evitar deterioro de esa materia prima.

Además, no sembrar los alevines previstos, aunque eso implique comprometer futuras producciones; vender troncho a otras provincias; mantener el pescado con suficiente hielo; y realizar entregas de agua sólo a la estación de alevinaje para no continuar deprimiendo los niveles del embalse. Los peces siempre dirán la última palabra y las lluvias por venir decidirán la suerte de la presa “Zaza”.

Por Mary Luz Borrego Díaz

Fuente: Escambray

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