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«El pez león resulta muy venenoso. Tiene una coloración hermosa y llamativa, pero recomendamos apartarse de él pues sus espinas contienen una sustancia muy tóxica que cuando hace contacto con el hombre, además del dolor en la mayoría de los casos, puede incluso causar la muerte en personas alérgicas o cardiacas», sostuvo Abel Hernández Muñoz, conocido investigador espirituano y amante empedernido de la fauna.

El colega Juan Carlos Naranjo, de la emisora Radio Trinidad, daba a conocer la primicia: Amaury Quiriello López y su compañero en la pesca deportiva encontraron en la desembocadura del río Guaurabo, cerca de playa La Boca, un ejemplar de este peligroso animal exótico, con alrededor de 16 centímetros de la cabeza a la cola, que enseguida se les murió.

Otros pescadores de la costa sur trinitaria habían asegurado antes avistamientos del peligroso pez león (Pterois volitans), especie venenosa originaria del Pacífico, Índico y Oceanía, muy popular entre los acuaristas y uno de los animales importados más valiosos en Estados Unidos, de donde se supone se ha escapado accidental o intencionalmente, y por las características de la región ha logrado reproducirse y establecerse en el Caribe.

Estos peces, cuya presencia ya se ha reportado en múltiples puntos de las costas cubanas, pueden alcanzar cerca de 40 centímetros y se distinguen por poseer líneas verticales color rojo, café y blanco a lo largo de todo el cuerpo. Las aletas tienen forma de abanico y cuenta con espinas venenosas, huecas, que semejan agujas hipodérmicas con las cuales inyectan el veneno como jeringuillas.

La especie, que generalmente se encuentra en bancos de algas, arrecifes coralinos o lagunas costeras de poca profundidad, también puede hallarse en alta mar y constituye un riesgo para pescadores y nadadores, pues su picadura es extremadamente dolorosa. Tras ella puede presentarse inflamación, enrojecimiento, sangrado, náuseas, entumecimiento, dolor de articulaciones, cefalea, mareos, parálisis o convulsiones.

El pez león constituye además un peligro por su impacto en el medio ambiente para las especies endémicas que no lo reconocen como depredador. Aseguran los especialistas que tiene un apetito voraz y en su edad adulta puede llegar a consumir 30 peces pequeños cada media hora, poniendo en peligro los ecosistemas.

Fuente: Juventud Rebelde

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