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  • Publicado por: lena campos
  • 11 / 29 / 2013


Durante mucho tiempo, la clasificación música contemporánea fue para mí sinónimo de música inescuchable o al menos no apta para los oídos de alguien como yo, que disfruta la música sin ser una especialista ni tener conocimientos musicales.

Por esa razón, no había vuelto a asistir al Festival de Música Contemporánea de La Habana desde el año 2001.

Pero el domingo 24 de noviembre, segundo día del la vigésimo sexta edición del Festival, tuve la oportunidad de reencontrarme con el evento y descubrir que por años he dejado escapar uno de los eventos musicales más interesantes del país.

Confieso que la motivación principal para asistir a un concierto a las once de la mañana en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, era el cello, y la posibilidad de escuchar el Concierto para violoncello y orquesta de cuerdas, del compositor israelí Nimrod Borenstein.

Hasta hace solo unos días este era un nombre desconocido para mí, pero su creciente fama a nivel mundial despertó mi curiosidad. Al leer el programa vi que tendría que soportar otras cuatro composiciones antes de llegar a Borenstein y fue, realmente, maravilloso.

La primera parte estuvo dedicada a los niños, aunque paradójica y tristemente había solo una niña en la sala. Hubrían tenido la oportunidad de disfrutar dos estrenos mundiales: la Suite Cubana para niños del Maestro Harold Gramatges y la Suite Travesías de Estela.

En esta última, una versión de José A. Miranda, los infantes habrían podido reconocer temas de la fallecida poeta y escritora para niños Ada Elba Pérez, como “Estela, granito de canela”, y otros muy populares no solo entre el público infantil. Ambas suites estuvieron interpretadas por el Ensemble Alternativo, dirigido por Greta Rodríguez.

La segunda parte, pudimos apreciar el virtuosismo de la flautista Antipe da Stella, de Suiza, en la interpretación un estreno en Cuba: el Concierto para flauta y orquesta de su compatriota Martin Wettstein, junto a la Orquesta Sinfónica de Matanzas, que dirige Ester González Tristá.

También esta orquesta acompañó al violonchelista Makcim Fernández Samodaiev en la pieza más esperada por mí durante aquella mañana: el Concierto para violonchelo y orquesta de Nimrod Borenstein.

Temía escuchar una pieza cercana a la música experimental, que habría resultado menos disfrutable. Pero la composición de Borenstein resultó ser absolutamente melódica y quizás habría cometido el error de describirla como simple, si no se deslizara una melancolía inesperada y sutil en el alma a medida que avanza la ejecución.

El Concierto… se me rebeló entonces como una composición llena de dramatismo y de tensión. El Allegro, tercero de los tres movimientos que integran la obra resulta particularmente intenso, como una explosión de todas las emociones contenidas en el Moderato y el Adagio.

Minutos después pude conversar con el ejecutante, Makcim Fernández Saodaiev, nacido en 1977 de padre cubano y madre rusa. En Cuba estudió el Nivel Elemental y el primer año del Nivel Medio en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Abandonó el país con sus padres a los dieciséis años.

El año pasado asistió por primera vez al Festival de Música Contemporánea, tras dieciséis años sin venir a la Isla. Este año regresó con esta pieza de Nimrod Borenstein, cuya elección, confiesa, fue casual.

La escuchó por casualidad en su página web y le pareció interesante. “Es una pieza que parece simple, pero poco a poco te das cuenta de que tiene trampas, complejidades; eso demuestra mucha elegancia por parte del compositor”.

Makcim me contó también que el concierto se montó en solo cuatro días con la orquesta y se siente muy satisfecho. Este no fue solo el estreno de “Concierto para violonchelo y orquesta”, de Borenstein en Cuba, sino en América Latina, donde el compositor aún no es muy conocido. La pieza solo ha sido interpretada en una ocasión anterior, en Serbia.

Mi conversación con Makcim fue interrumpida en par de ocasiones por personas interesadas en su regreso y por otras que quisieran escuchar nuevamente la pieza de Borenstein, que hasta el momento era un compositor desconocido para la mayoría de los cubanos.

La última composición interpretada esa mañana fue Bartoqueada, de Jorge López Marín, quien, en medio de los aplausos a su obra, sorprendió a público y músicos al subir al escenario y agradecer la excelente ejecución de su pieza.

El XVI Festival de Música Contemporánea de La Habana tiene lugar hasta el 30 de noviembre, con presentaciones de músicos nacionales y extranjeros en la Escuela Nacional de Música, la Sala Villena de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) y la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, entre otras sedes.

Fuente: Havana TImes.org

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