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Unos días antes que el huracán Sandy devastara la costa este de Estados Unidos, realizó un recorrido desastroso por el Caribe. Justo después de la medianoche, en la madrugada del 25 de octubre de 2012, Sandy tocó tierra en Santiago de Cuba, la segunda ciudad más grande del país, devastando toda la zona durante la noche. La tormenta sopló durante seis horas, con vientos de más de 100 mph.

El resultado fue catastrófico, con grandes daños a las viviendas, infraestructuras gubernamentales, así como a instituciones educacionales y de Salud. Este fenómeno natural detuvo la actividad económica por completo, fue la segunda tormenta más grande de la historia de la Isla.

Estuve en Cuba cuando Sandy llegó, y viajé hasta Santiago para ver las secuelas. Lo que encontré fue que, Santiago, un epicentro cultural de Cuba y alguna vez su capital, se había convertido en un páramo cubierto de escombros. Generalmente exuberante, con árboles tropicales, toda la vegetación había sido arrancada de la tierra o despojada de sus hojas, y el caliente sol ecuatorial golpeaba hacia abajo, en la ciudad.

Los residentes se unieron para ayudarse unos a otros, limpiar los escombros dejados por el huracán, y reconstruir sus viviendas. Muchas personas, que quedaron sin electricidad y sin agua, esperaban ayuda del gobierno. Al caer la noche aguardaban por un nuevo día, con la esperanza de que la ayuda tocaría sus puertas.

Aunque el gobierno respondió inmediatamente con algo de comida y provisiones, la mayoría de la gente que encontré nunca vio esta ayuda. Los suministros de reconstrucción les fueron vendieron en calidad de préstamo. Sus casas estaban en ruinas, y sin los medios económicos para la reparación, sabían que el daño causado por Sandy se mantendría en sus vidas en los años venideros.

Como se acerca el aniversario de este terrible suceso, comenzamos a reflexionar sobre el huracán Sandy. Me dirigí nuevamente hacia Santiago para encontrar que muchos aún están marcados por el evento traumático. Un gran número de residentes consideran que es un “cambio total”, o ” total cambio”, lo que significa que después de este evento meteorológico, sus vidas nunca serán las mismas.

La vida en Santiago, hoy, es paradójica. De alguna manera notablemente cambiada por los daños de Sandy, y en cierto modo ha vuelto a la normalidad. Los niños van a la escuela y la gente va al trabajo. Los hospitales, el centro turístico y las instalaciones del gobierno han sido reconstruidos.

Unos pocos, con la ayuda económica de sus familiares en el extranjero, han podido reconstruir sus casas por completo. La importante electricidad, los teléfonos y el agua potable han sido restaurados. En la superficie, y en el centro de la ciudad, las cosas se han reparado.

Sin embargo, mientras caminaba por las calles varias personas me pidieron que entrara a sus casas y las fotografiara. Me mostraron sus hogares remendados, en los que la lluvia sigue entrando, y sus  colchones arruinados.

Me enseñaron la única habitación que pudieron reconstruir, en la que duerme ahora toda la familia, y los negocios secretos que han comenzado para ganar dinero y poder comprar los materiales de reconstrucción.

Querían que yo viera sus equipos electrodomésticos rotos y sus patios convertidos en basureros, y que advirtiera, además, que cada día, la carga de la vida y de la reconstrucción es demasiado pesada para aguantarla. Muchos han perdido la esperanza de que sus vidas vuelvan a la normalidad.

Sin embargo, Los cubanos han sufrido grandes adversidades a través de los años y las han enfrentado con resistencia e ingenio único. Aunque la mayoría de la gente ha renunciado el idea de recibir ayuda, cada día sobreviven y perseveran.

Son creativos en la formas de continuar luchando y hacer que la vida funcione. Ellos saben que merecen ser felices y tener vidas normales. Mencionan la destrucción, y pueden hasta llorar por todo lo que han perdido, pero en Santiago, los residentes siguen haciendo todo lo que pueden para mejorar su situación y seguir adelante.


Fuente: Havana Times.org

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