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  • Publicado por: lena campos
  • 09 / 18 / 2013

Hace dos años, el informante del FBI en Miami Gilberto Abascal fue el testigo clave de la fiscalía en el juicio del exiliado militante cubano Luis Posada Carriles. En el 2006, él fue el principal informante en el juicio por armas de Santiago Alvarez, partidario de Posada, quien fue hallado culpable.

En la actualidad, Abascal está de regreso en Cuba, donde vive y se construye una casa con una piscina — un raro privilegio en la isla de régimen comunista —, conduciendo costosos carros de alquiler y ofreciendo una recompensa equivalente a dos años del salario promedio a cambio de información sobre quienes robaron en su casa, según varios de sus vecinos.

“El volvió de Miami y está viviendo en la finca de su familia” en el poblado de La Julia, a unas 15 millas al sur de La Habana, dijo un activista por la democracia que vive en el pueblo vecino de Surgidero de Batabanó y conoce personalmente a Abascal.

El regreso de Abascal a Cuba reforzó alegaciones que se han hecho por mucho tiempo, y que fueron desestimadas por la fiscalía federal, de que él servía de informante tanto a la inteligencia cubana como al FBI contra Posada, Alvarez y otros exiliados en Miami.

“Esto valida por inferencia la conclusión de que este era un individuo que tenía una relación de colaboración con la Seguridad del Estado cubana… y esto arroja una sombra de dudas sobre el FBI por haber lidiado con este hombre”, dijo Arturo V. Hernández, abogado defensor de Posada.

Abascal regresó a Cuba de Miami hace más de un año, y se ha mantenido atareado mejorando y ampliando la finca de su familia, dijeron sus vecinos en Batabanó y La Julia, quienes pidieron conservar el anonimato por temor a represalias por parte de agentes de la Seguridad del Estado.

Conocido por el sobrenombre de “El Cano”, este hombre rechoncho de 48 años compró un tractor para la finca de su familia, está construyéndose una casa con piscina en La Julia, y alquila a menudo carros de último modelo en una agencia gubernamental en Batabanó cuyos precios empiezan en $500 a la semana, dijeron los vecinos.

Un cartel colocado frente a su casa de La Julia el fin de semana pasado ofreció una recompensa de 10,000 pesos — alrededor de $400, en una isla donde el sueldo oficial promedio mensual es de 470 pesos — a cambio de información sobre quien entró a robar en su casa. Fotos tomadas por uno de los vecinos mostraron lo que se describió como una cámara de seguridad sobre la puerta del frente.

Un vecino dijo que él era un “conocido agente de Seguridad”, y otro dijo que la finca de su familia está “protegida” por agentes de la Seguridad vestidos de civil que vigilan discretamente a los transeúntes.

Abascal ha dicho a conocidos suyos en Batabanó y La Julia que él no puede regresar a Miami, pero no dio razones, y viaja con frecuencia a México y otros países a comprar ropa que luego vende en la isla, dijeron los vecinos por teléfono a El Nuevo Herald.

No se pudo contactarlo en La Julia para que hiciera declaraciones para esta historia, pero él negó persistentemente ser un agente de inteligencia de Cuba durante los juicios de Posada y Álvarez. “Yo nunca he tenido nada que ver con el gobierno cubano en toda mi vida”, declaró en el 2006.

Abascal llego a Miami en un barco pequeño en 1999, y más tarde ese mismo año fue interceptado por la Guardia Costera de Estados Unidos cuando él y un matrimonio se dirigían a Cuba a bordo de otro barco, llevando consigo fotos de un campamento de entrenamiento paramilitar en el sur de la Florida del grupo anticastrista Alpha 66.

“Era poco probable que los tres adultos fueran agentes cubanos… (pero) ellos pueden o podrían haber estado planeando usar las fotografías para ‘congraciarse’ con las autoridades en Cuba”, escribieron agentes federales en un informe sobre la intercepción presentado al tribunal más tarde durante el juicio de Alvarez.

Para el 2001 Abascal estaba viviendo en Hialeah y actuando como informante confidencial para el FBI, según documentos judiciales. Funcionarios del FBI y de inmigración federal gastaron casi $80,000 en su alojamiento, comida y “servicios”, de acuerdo con los documentos. El FBI se negó a hacer comentarios para esta historia.

Alvarez, un próspero urbanizador de bienes raíces de Miami, dijo que él conoció a Abascal en el 2002 o el 2003 como parte de contactos secretos con cubanos que se identificaron como oficiales de las fuerzas armadas de la isla y opositores del gobierno de Castro.

Los “oficiales” eran reales, dijo Alvarez, pero él siempre supo que Abascal era un infiltrado cubano.

“Siempre preguntaba mucho. Trataba de meterse en todo”, dijo Alvarez. “Y cuando alguien es demasiado bueno, es demasiado bueno”.

No obstante, Abascal fue contratado como factótum ( handyman) en algunas de las propiedades de Alvarez, y viajó con Alvarez a Panamá en el 2004 para expresar su apoyo a Posada y otros tres exiliados, enjuiciados bajo acusaciones de conspirar para asesinar al entonces gobernante cubano Fidel Castro.

El también trabajó a menudo como tripulante voluntario en el camaronero convertido de Alvarez, el Santrina, y testificó que él había estado a bordo cuando se usó para pasar de contrabando a Posada de Isla Mujeres en México a Miami en marzo del 2005, luego de que Posada y los otros fueran perdonados de las acusaciones hechas en Panamá.

Buscado por Cuba y Venezuela por cargos separados de terrorismo, Posada dijo luego a funcionarios de inmigración de Estados Unidos que él había entrado al país por tierra cruzando la frontera de México. La fiscalía federal acusó al experto en explosivos, entrenado por la CIA, de 11 cargos de perjurio.

Mientras el FBI investigaba el papel jugado por Alvarez en la entrada de Posada, el urbanizador ordenó a Abascal y otro de sus factótums, Osvaldo Mitat, que mudaran un alijo de armas ilícitas a un nuevo escondite. Abascal hizo una llamada a una mujer de Miami de quien se cree era su contacto de inteligencia cubana, y luego llamó al FBI, según documentos judiciales.

Enfrentados con el testimonio de Abascal, Alvarez y Mitat se declararon culpables del cargo relacionado con las armas y cumplieron 30 meses de cárcel. Amigos no identificados entregaron luego otras 60 armas ilegales como parte de un acuerdo extrajudicial con la fiscalía.

Abascal fue además el testigo clave de la fiscalía en el juicio de Posada del 2011 en El Paso, Texas, en el cual la fiscalía federal denegó las alegaciones del abogado de Hernández de que el testigo era un agente de la inteligencia cubana y estaba mintiendo sobre la llegada de Posada a suelo estadounidense.

El argumento de Hernández “parece sacado de una novela de John Grisham”, objetó el fiscal federal adjunto Jerome Teresinski durante el juicio. “Eso es ficción. El quiere llevar a juicio a Cuba. El quiere llevar a juicio a Fidel Castro. El quiere llevar a juicio al señor Abascal”.

El jurado declaró inocente a Posada de perjurio sobre cómo había entrado al país, y sobre su papel en nueve atentados con bombas contra locales turísticos en Cuba en 1997. Abascal desapareció luego de la palestra pública, hasta que se supo en Miami que él había regresado a Cuba.

No está claro si Abascal fue enviado por la inteligencia cubana al sur de la Florida — como los cinco espías convictos en el 2001 y sentenciados a largas condenas de cárcel — o si había caído en dificultades económicas aquí y decidió vender sus servicios a La Habana y el FBI.

Documentos judiciales presentados en los casos de Alvarez y Posada mostraron que Abascal quería el dinero del FBI, así como su ayuda para obtener la ciudadanía estadounidense y conservar los pagos de discapacidad por un accidente de trabajo, aunque él había violado regulaciones del IRS y otras.

“La única motivación de Abascal fue la avaricia más pura”, dijo Chris Simmons, experto retirado del Pentágono sobre contrainteligencia cubana que revisó algunos de los documentos sobre el pasado de Abascal.

Pero Simmons añadió que no le quedaba duda alguna de que Abascal era “un agente de la inteligencia cubana” antes de su llegada a Miami, y que había sido “entrenado y dirigido” contra Alvarez, Posada, Mitat y otros exiliados.

“La habilidad de La Habana de (además) infiltrar a Abascal como informante del FBI recuerda sus éxitos anteriores”, agregó, lo mismo que Juan Pablo Roque, espía de La Habana e informante del FBI que jugó un papel clave en el derribo por parte de Cuba de dos aviones de los Hermanos al Rescate que causó cuatro muertes en 1996.

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