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  • Publicado por: lena campos
  • 12 / 04 / 2012


Gonzalo Rubalcaba hizo un paréntesis en su ajetreada agenda internacional de conciertos para presentarse el pasado sábado en el sur de Florida. El célebre pianista cubano estuvo junto a los otros músicos que componen el Gonzalo Rubalcaba Trío: Marcus Gilmore y Matt Brewer. En el espectáculo –que se celebró en el Miniaci Performing Arts Center– ejecutó piezas de su más reciente disco, Century XXI, además de otras joyas de su repertorio, que se extiende por más de tres décadas.

Rubalcaba nació el 27 de mayo de 1963, en La Habana. Tuvo la mejor preparación académica y despuntó profesionalmente en los años 1980, apadrinado, entre otros, por el legendario Dizzy Gillespie. En 1991 emigró a República Dominicana; seis años después recaló en estas costas, más precisamente en la localidad de Coral Springs, donde vive junto a su esposa, María, y sus tres hijos, Joao, Joan y Yolanda. A fines del año pasado, el artista visitó Cuba para ofrecer dos conciertos y una clase magistral.

Todo esto lo repasa en la siguiente conversación con El Nuevo Herald.

¿Cómo te sientes en esta etapa de tu carrera?

Maduro, cómodo por la manera en que digo las cosas; me siento tranquilo, confiado; no solo con la ejecución de la música si no con mi faceta de compositor también.

¿Qué tan importante es esa faceta?

Muy importante porque de lo contrario te pasas toda la vida siguiendo o imitando a otras voces. Hay que admirar lo que hacen los demás, pero también hay que saber escuchar para poder tener un sello propio.

¿Cuáles son tus mayores influencias?

Mi primer maestro, Pedro Hernández; Dizzy Gillespie, que me colocó en el mapa mundial de la música; y [el bajista] Charlie Haden.

¿El trabajo como músico es un asunto individual o de equipo?

Siempre es de equipo. En el orden espiritual hay algo más que nos acompaña, nos ilumina, y en lo terrenal hay mucha gente que colabora en el proceso musical.

¿El prestigio y el éxito no te hacen perder contacto con lo terrenal?

Los artistas somos muy dados a ser el centro y perdemos el hábito de escuchar, pero a mí no me ocurre eso, gracias a mi familia, que me hace ver el otro lado de las cosas.

¿Musicalmente te quedan cosas por aprender?

Sí. Constantemente la vida te somete a situaciones alegres, tristes o desagradables y todo ese aprendizaje lo canalizo en la música.

¿Dónde se origina la fuerte tradición musical de Cuba?

Creo que simplemente le “tocó” a Cuba ese privilegio, aunque también ha ayudado el hecho de que siempre fue un lugar de paso para gente de distintas latitudes que dejó su esencia.

¿Perteneces al mundo del jazz?

Agradezco estar vinculado a la historia jazzística, pero me siento libre en lo estilístico; lo que más me interesa es la excelencia, la calidad.

¿Te gusta escuchar tus discos?

Apenas los termino sí, pero a los dos meses empiezo a encontrarles defectos.

¿Por qué importa grabar un disco?

Es una necesidad creativa; los grabo cuando aglutino una cantidad de piezas que pueda ordenar para decir un discurso.

¿Cuál es el discurso de ‘Century XXI’?

Estamos en un siglo que hereda del anterior una serie de nombres, de personajes, de mentes, de formas de pensamiento, en el orden musical, que nos sirven para conformar un estilo que debemos expandir.

¿Te molesta que tu trabajo no sea de consumo masivo?

Pienso que lo que hago es lo que hago; y que tratar de complacer y comprometerme en áreas que quizá no sé hacer bien sería un error, además de un fraude conmigo mismo y con el público.

¿Cómo fue la experiencia de volver a tocar en Cuba?

Emocionante, porque fui muy bien recibido, lo cual me hizo pensar que, pese a todo, la gente de allá ha buscado la forma de no perder el contacto con sus hijos, sus creadores, sus profesionales que se han marchado.

¿Qué le dirías a un sector del exilio que se puede molestar por tu viaje?

Que lo hago porque quizá pueda estimular a las nuevas generaciones, como a mí me pasó de joven, en el año 1977, cuando asistí en La Habana a un festival de cantantes norteamericanos y vi la libertad que proyectaban, lo cual me marcó para siempre. •

Fuente: El Nuevo Herald

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