Protección de los corales
- Publicado por: Luis Manuel Mazorra
- 03 / 13 / 2012
La protección de las zonas coralinas es una medida tanto ecológica como estratégica, pues además de proporcionar alimento y resguardo para muchos organismos es además el hábitat de variadas especies de interés comercial.
Proporcionan, incluso, materias primas para la obtención de productos médicos y farmacéuticos, y constituyen espacio adecuado para que seres vivos raros o amenazados puedan subsistir.
Por si fuera poco, y debido a su elevada diversidad, colorido y complicada arquitectura, poseen alto valor estético y por esa razón son múltiples sus oportunidades para la recreación y atractivo turístico.
Tanto los corales como las algas y moluscos asociados a este ecosistema generan carbonato de calcio y, por consiguiente, ofrecen arena a las playas.
Al propio tiempo, protegen la costa de la erosión severa provocada por el oleaje relacionado con los frentes fríos, depresiones, tormentas y huracanes, en virtud de que las barreras naturales formadas en algunas zonas disipan gran cantidad de energía.
Quizás su único enemigo principal es la turbiedad de las aguas y las partículas de sedimento que, al depositarse sobre los pólipos o protuberancias, impiden la fotosíntesis de las algas y la captura del plancton.
Un experto en la materia, el doctor Julio A. Baisre, advierte sobre el particular que el dragado y la tala de bosques y manglares costeros posibilitan que los ríos acarreen grandes cantidades de sedimentos hacia el mar y provoquen la contaminación orgánica.
Estas últimas son las amenazas más serias para los arrecifes y significa la destrucción que implica la avalancha de desechos agrícolas, industriales y domésticos de varios tipos, aclara Baisre en su libro La vida en el mar, perteneciente a la colección Divulgación Científica.
Pero también los afectan las anclas de las embarcaciones, los buceadores descuidados que rompen las ramas de los corales cuando hacen sus colectas, sin tener en cuenta si son caracoles, estrellas o pedazos de coral.
Para colmo, son sensibles también a la pesca indiscriminada o la sobreexplotación de algunas especies que desempeñan un rol clave en la estructuras de tales comunidades.
Cuando muere un arrecife de coral es cubierto por algas y su esqueleto comienza a ser invadido por organismos perforadores que gradualmente lo debilitan.
De modo que una estructura parecida al panal, como la del arrecife, empieza a desmoronarse por efecto de la fuerza del oleaje y por último colapsa. Así emerge el área desnuda y casi desierta.
Semejante imagen no se diferencia en absoluto cuando talamos un bosque y las lluvias erosionan el suelo desguarnecido hasta convertirse de paisaje otrora diverso y majestuoso, en lugar carente de vida.
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