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Aquel trío estuvo conformado por Miguel Companioni, uno de los grandes de la trova espirituana; Segismundo Acosta y Luis Farías.

Hace 100 años, en el remoto 1910, Sancti Spíritus vio fundar en sus predios el primer trío, agrupación vocal e instrumental integrada por voces, guitarras, claves y maracas.

Entonces, los dividendos dejados por la música apenas alcanzaban para llevar el sustento a la familia y la mayoría de los músicos no podían prescindir de un oficio y dedicaban las noches a un bregar por bares y cantinas o llevaban las tradicionales serenatas a las puertas de una mujer.

Aquel trío primigenio estuvo conformado por Miguel Companioni, uno de los grandes de la trova espirituana y cubana; Segismundo Acosta y Luis Farías, y tuvo la particular suerte de estrenar muchas de las canciones de Miguelito, sobre todo aquellas dedicadas a mujeres que les legaron sus nombres: Angelita, Domitila, Elena, Teresa, Fredesvinda, Juana, Obdulia, María, Blanca, Amelia, Herminia.

El propio Farías dejó en vida un testimonio revelador sobre la génesis de las serenatas, cuando comentaba que los amantes llegaban y explicaban sus razones, ya fueran de perdón, despecho, confirmación amatoria, y Miguelito se inspiraba en arranques de repentismo para llevar la serenata, esa misma noche, a la ventana de la amada.

Ciego desde la adolescencia, el bardo de Mujer perjura, la canción que lo consagró en el pentagrama de la música cubana, Companioni también compuso piezas que reflejaban experiencias personales con las mujeres de su vida, que no fueron pocas, y que a  la luz de las valoraciones resultan ser las mejores; no sólo por las letras menos intuidas y mejor pensadas, sino también por las melodías, como son los casos de las dos Herminia y Rosalba.

Tan prodigioso era su oído para la música, que empeñaba la palabra en porfías con sus amigos. Con José Manuel Zamora (Cosubito), quien le escribía las partituras, lanzaba una moneda al aire y luego discutían la nota que había dejado el sonido al caer al piso, imitándola en el piano. Con  Sindo Garay, Ñico Saquito y Rafael Hernández, quienes visitaban la casa, la polémica se remitía a la composición.

En la actualidad, el interés por perdurar en la preferencia del público viene obligando a los tríos espirituanos a variar su repertorio y la manera original de “tocar” la música trovadoresca.

Existe consenso para afirmar que los tríos han perdido el repertorio por exigencias del turismo y del público, que piden música sonera para bailar. En Sancti Spíritus existe alrededor de una veintena de tríos, tres de ellos de trova; los restantes están anclados en la modalidad armónica con tres guitarras y tres voces al estilo de Los Panchos mexicanos y con el bolero como plato fuerte.

La añeja trova yayabera formó parte del consumo artístico de una época bien definida y permanece en la memoria colectiva a tenor de sus valores excepcionales. Entonces, el asunto se dirime en términos de vocación inmarcesible del espirituano por su música tradicional que lo distingue en el concierto de la nación y que lo hace igual pero diferente, al extremo de que Sancti Spíritus es hoy la única plaza del país donde se “hace” la trova, dejando por descontada la cuna santiaguera del género que cedió sus coordenadas a la explosión avasalladora del son.

Fuente: Escambray

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