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De los 17 coches que tenía el tren en su juventud, a principios de los años 20, quedan tres "auténticos" construidos en 1917.

en Pensilvania (Estados Unidos, noreste), sede del grupo Hershey, explicó Alberto Hernández, empleado del Ministerio de Transporte. Dos de esos coches ruedan "sólo por encargo" sobre una veintena de kilómetros para grupos de asombrados y
entusiastas turistas del primer mundo.

Para los cubanos que no estén apurados y tengan poco dinero, el tren eléctrico de Hershey, que lleva el nombre del famoso chocolatero estadounidense que lo mandó construir hace un siglo, sigue siendo una buena opción.

Por 2,80 pesos contra 34 pesos en ómnibus (0,11 centavos contra 1,36 dólares), un cubano puede recorrer los 98 km que separan La Habana de la provincia de Matanzas en el tren de dos coches que, a mitad de camino, pasa por el pueblito de Hershey, donde el empresario norteamericano hizo construir en 1916 un ingenio de azúcar, hoy abandonado.

Según el horario, el viaje, aderezado con 47 paradas, dura cuatro horas. "Pero siempre hay pequeñas imprevistos que lo retrasan. Es un tren viejo y con frecuencia se presentan averías. La llegada no está jamás garantizada", previno el controlador Ernesto Ortiz, de 37 años. Y cuando los coches de hierro, que se tambalean como un barco en marejada, se detienen de pronto, Ortiz dice jocosamente a la veintena de impasibles pasajeros: "Se los dije. Es la tormenta. Tenemos una de las tantas averías".

Un joven, que rasga su guitarra, improvisa una serenata a una mujer, que termina cantando con él. Entre canciones, apura un trago de ron ante dos policías, con rostros tan fatigados como desgastados sus pantalones.

Los dos vagones oxidados datan de 1944 y fueron donados en 1997 por la ciudad de Barcelona a la isla comunista.

"La restricción energética obliga", sentenció Ortiz, al aclarar que ahora se realizan tres salidas, en lugar de las cuatro que se hacían antaño, y porque sólo dos pequeñas bombillas eléctricas iluminan los coches en el viaje nocturno.

Milton S. Hershey (1857-1945) compró más de 24.200 hectáreas de campos de caña de azúcar para la fabricación de su famoso chocolate con leche. La puesta en marcha de la red ferroviaria de 140 km le permitió transportar mercancías y, a partir de 1920, pasajeros, incluidos sus empleados, según Hernández.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el grupo Hershey vendió el ingenio, la red ferroviaria y sus cañaverales a la Cuban-Atlantic Sugar Company, la cual los revendió en 1957 al fallecido 'rey del azúcar' cubano, Julio Lobo, cuyos bienes fueron expropiados en 1960 por la revolución de Fidel Castro.

"El Estado cubano decidió cerrar el ingenio en 2002, porque usaba una tecnología obsoleta. Sus inmensos depósitos albergan hoy una fábrica losas y otra de pastas", dijo Hernández, de unos 50 años.

El tren quedó pero, como sucede con automóviles Ford de los años 50 que ruedan en La Habana, "es necesario ser muy creativo para cambiar o reparar las piezas que se rompen", debido al embargo que Washington aplica contra la isla desde 1962, dijo Marco Antonio Díaz, mecánico del tren desde hace 39 años.

Si para un turista canadiense jubilado el viaje en el tren de Hershey resulta exótico", para una cubana que regresa de visitar a una sobrina, "es lo cotidiano".

Fuente: Yahoo.com

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