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• 01 / 12 / 2009

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La turbulenta vida de Heredia, segada a los 35 años, encarnación misma de los ardores de varias generaciones, de un período, del espíritu de una época, será recordada a través del disco, que abarcará además su obra poética, su epistolario, copias de pasaporte, de certificados de nacimiento y defunción, y una cronología vital.

La placa incluye fotos de Heredia y sus descendientes, bibliografía relacionada con él, y textos escritos por Antonio Bachiller y Morales, José Lezama Lima, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), José Martí y Manuel Sanguily.

Obras de Ignacio Cervantes, interpretadas por Ulises Hernández y Luis Carbonell, y pertenecientes al disco compacto Serenata cubana, se integran a la nueva propuesta audiovisual.

Marcada por la añoranza de una Cuba casi siempre lejana, por los más puros anhelos y afanes independentistas, por el destierro, las heridas hondas de la distancia, los versos efervescentes, la muerte de varios de sus hijos, la desolación y la flaqueza postrera, la existencia de Heredia (1803-1839) es una de las más enjundiosas en la historia de la literatura cubana.

De él refirió Martí: “Un día, un amigo piadoso, un solo amigo, entró, con los brazos tendidos, en el cuarto de un alguacil habanero, y allí estaba, sentado en un banco, esperando su turno, transparente ya la mano noble y pequeña, con la última luz en los ojos, el poeta que había tenido valor para todo, menos para morir sin volver a ver a su madre y a sus palmas.
Temblando salió de allí, del brazo de su amigo: al recobrar la libertad en el mar, reanimado con el beso de su madre, volvió a hallar, para despedirse del universo, los acentos con que lo había asombrado en su primera juventud; y se extinguió en silencio nocturno, como lámpara macilenta, en el valle donde vigilan perennemente, doradas por el sol, las cumbres del Popocatepetl y el Iztaccihuatl.
Allí murió, y allí debía morir, el que para ser en todo símbolo de su patria, nos ligó, en su carrera de la cuna al sepulcro, con los pueblos que la creación nos ha puesto de compañeros y de hermanos: por su padre con Santo Domingo, (…) por su niñez con Venezuela, (…) y por su muerte, con México”.

El primer poeta de América es Heredia, sentenció Martí y detalló: “Sólo él ha puesto en sus versos la sublimidad, pompa y fuego de su naturaleza. El es volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas”.

El Centro de Informática en la Cultura prepara, además, una placa multimedia sobre Ernesto Lecuona, quien con su legado al pentagrama universal, colocó la música cubana en los más insospechados escenarios.

(Cubarte)