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Unos tres mil naufragios ocurridos hasta el siglo XIX se registran en las aguas alrededor de Cuba.
En el paisaje subacuático de las costas cubanas abundan los naufragios. Durante cuatro siglos, desde el inicio de la conquista española, la Isla fue destino de todas las flotas de América, debido a su favorable posición geográfica, que bien le valió el sobrenombre de Llave del Golfo.

Gracias a esta circunstancia excepcional, miles de embarcaciones transitaron por las proximidades de nuestro archipiélago. Muchas zozobraron.
Ciclones y temporales afectaron su pervivencia, del mismo modo que el inexacto conocimiento de la geografía del Nuevo Mundo provocó incontables accidentes costeros. Fue así que las aguas cubanas se convirtieron en depositarias de un estimable patrimonio cultural sumergido.

Los aportes de este archivo marino posibilitan hoy la realización de estudios sobre las sociedades precedentes en toda la región latinoamericana.
Cada pieza atesorada en las naves náufragas que reposan en nuestra plataforma insular, forma parte de un devenir histórico al que solo deben acceder los científicos.

La arqueología subacuática ha tenido un desarrollo considerable en el país durante los últimos 30 años.

A finales de la década del sesenta, el Instituto de Oceanología acometió los trabajos inaugurales de esa especialidad en Cuba. Posteriormente CARISUB desarrolló estudios en más de cien pecios de embarcaciones de la etapa colonial, hasta que en el 2004 la empresa SERMAR concentró en su departamento de Arqueología todas esas labores.

“Nuestro objeto social es la proyección, desarrollo y control de investigaciones científicas en la rama de la arqueología en contextos subacuáticos y en litorales, a la vez que organizamos y desarrollamos estudios históricos para el desempeño de la actividad”, explica el doctor Ovidio Ortega Pereyra, jefe de Investigaciones de SERMAR.

El departamento que dirige el científico cuenta en la actualidad con dos mil 820 expedientes históricos de naufragios y 120 sitios arqueológicos definidos. A ello se suma una colección de cinco mil artefactos extraídos de los diferentes lugares que han sido estudiados.

Arqueólogos, antropólogos, historiadores, conservadores y restauradores integran este equipo. Durante las campañas de excavaciones participan, además, buzos especializados, geofísicos, cartógrafos y biólogos.

La protección y conservación del patrimonio cutural sumergido comienza a plantearse en muchas naciones del mundo a partir del surgimiento de la IV Convención de la UNESCO, que sustenta el estudio in situ en los medios submarinos, con preferencia a la excavación arqueológica.
Además de los centenares de naves náufragas que rodean a la Isla, el patrimonio cultural sumergido de Cuba también está constituido por los llamados sitios de habitación aborigen, posibles poblados erigidos en el borde de albuferas (costa caracterizada por tener un borde inferior al nivel del mar). Tal es el caso de Los Buchillones, en Ciego de Ávila, que ha dado la colección más importante de piezas de madera, aparecidas en Las Antillas.

El clima húmedo de nuestra región provocó que muchos objetos de madera de la cultura taína se perdieran y que se desconozca así su verdadera dimensión, subraya el doctor Ortega Pereira. “Sin embargo, en Los Buchillones resulta increíble la cantidad de piezas de madera descubiertas, terminadas y en proceso de elaboración.

“En la albufera se acumulan sedimentos que forman una barrera arenosa. Allí se conserva muy bien la madera, porque además el agua tiene menos salinidad”.

Este hallazgo permitió estudiar por primera vez, y de forma amplia y directa, las técnicas aborígenes de selección y manipulación de ese material, así como detalles de la iconografía y de las prácticas constructi­vas basadas en el empleo de recursos forestales.
El desarrollo de la especialidad en el país y el potencial del patrimonio cultural sumergido cubano, abren nuevas capacidades para la realización de futuros y numerosos trabajos investigativos en favor de la historia y el conocimiento de la región antillana y latinoamericana.

Según datos de la UNESCO, se calcula que los restos de más de tres millones de na­víos yacen en el fondo del mar en distintos lugares del mundo.

(JT)

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