Cuba Headlines en Español

Noticias de Cuba, Noticias de Última Hora en Cuba y el Mundo.


Un equipo cubano de alta tecnologia podria sustituir el empleo de las lancetas metalicas
Lanceta láserSi bastara la promesa de un pinchazo y una buena pizca de encerrona, no habría récord con cabeza para los cien metros planos. Porque en un laboratorio clínico, entre el susto, el ayuno, las fobias y las furias, las agujas semejan cinceles; y las lancetas, auténticas navajas de las ruinas de Pompeya.

¿Un picazo de mosquito? A otros con ese cuento. La punción metálica en la yema de un dedo no quemará la piel como un sablazo, pero sabe morder, en cuestión de segundos, con los dientes de un suplicio que cargamos para siempre.

Existencia y dolor, qué dos trances tan humanos. Como Edvard Munch en su famoso Grito, la ciencia moderna les devuelve la mirada. Imagina, va al encuentro de fórmulas cada vez menos invasivas para la salud del paciente, o tal vez de un arte proscrito por el poco creíble temor a nada.

Es notable la diferencia entre la huella que deja una lanceta metálica (a la derecha) y la Bralax (a la izquierda). Las primeras pruebas en humanos han sido realizadas en los propios especialistas.

A inicios de este siglo, perforar la piel para obtener muestras de sangre con un dispositivo amplificador de luz por emisión estimulada de radiación (láser), ya no era exclusivo de robóticas sagas. Pero sus limitantes de uso individual, alto costo, y mercado restringido, lo situaban a medio camino entre verdad e ilusión.

Con haces intensos y estrechos de luz láser, una novedosa lanceta para análisis clínicos era capaz de cortar y cauterizar tejidos sin asomo de molestia; aunque sus formidables precios de vidriera y dudosas garantías asépticas, no alcanzaban para librar al mundo de un buen pinchazo de escozor.

La suerte parecía estar echada cuando, hacia el año 2002, en los modestos predios del Instituto de Tecnología y Análisis de los Materiales (IMRE), de la Universidad de La Habana, comenzó a tomar forma un equipo similar, con las ventajas adicionales de uso masivo, mayor rentabilidad y cero riesgos de contagio.

Tarea de orfebres, la concepción del dispositivo conoce más de un vericueto camino a la perfección. Tantos que el ingeniero José Luis Cabrera, uno de los principales autores del proyecto, prefiere pensar que “en esta carrera de los 800 metros, apenas se ha entrado a la recta final”.
Esquema del funcionamiento de la lanceta

El equipo posee un interruptor de encendido general que se encarga de energizarlo. Los tres posibles niveles de energía pueden ser seleccionados directamente desde del panel frontal. Siempre que se accione el interruptor general, el equipo quedará listo para comenzar a cargar el banco de capacitores, en función del nivel de energía seleccionado.

Bralax, el último de los prototipos, utiliza un láser de erbio-itrio-aluminio-granate (Er:YAG), que emite luz con longitud de onda de 2,94 micras (um), en forma de pulsos de hasta 500 milijoules (mJ) de energía, los cuales, convenientemente enfocados, son capaces de realizar una perfecta perforación en la piel humana.

Bajo la tutela del doctor Luis Ponce, un equipo de ingenieros, físicos, químicos, mecánicos y diseñadores industriales, en su mayoría trabajadores del Laboratorio de Láser del IMRE, proveyó a Bralax de un medio activo en forma de barra de Er:YAG en su cavidad óptica, sobre cuyas partes pulidas y paralelas, se depositan los espejos del resonador.

Según precisa el ingeniero Cabrera, “la integración de los espejos directamente sobre el medio activo, permite obtener un resonador muy compacto que garantiza su alineación permanente, y prescindir de soportes regulables caros e inestables a largo plazo, pues reducir los costos en la producción masiva ha sido una de las constantes de este empeño”.

 “Hace algún tiempo, el precio de las lancetas metálicas en el mercado oscilaba entre los 11 y los 37 centavos de dólar. El de la lanceta láser, era de dos mil dólares. Pero si una lámpara de las usadas podía garantizar entre diez y cien millones de disparos para la obtención de una muestra de sangre, entonces ¿qué era más rentable, una lanceta metálica ($ 0,11) o un disparo de lanceta láser ($ 0,0002)?”.

Cual si se tratara de un cosmos, científicos y tecnólogos pretenden para Bralax el más funcional equilibrio. Una lámpara de xenón realiza el bombeo del medio activo, y su luz se concentra sobre la barra gracias a un reflector de cuarzo monolítico dopado con cerio y recubierto externamente con una capa de plata.

Para garantizar el mínimo de pérdidas, apostada a un extremo de la cavidad, se sitúa una lente de Fluoruro de Calcio (CaF2), cuya misión es transmitir la longitud de onda del láser.

Todo el circuito electrónico necesario se concentra sobre una placa de 140 por 50 milímetros, que utiliza un microprocesador para realizar las funciones de control sobre la fuente de alimentación, así como la interacción con el operador.

“Claro, no es lo mismo el dedo de un guajiro que el de una oficinista”, bromea Cabrera. De ahí la necesidad de variar la energía de pulso, dada la existencia de diferentes tipos y grosores de piel humana. Por eso, sobre la base de su experiencia, el analista podrá escoger el nivel de energía apropiado entre tres opciones posibles, con un rango de control variable, de 270 a 500 milijoules.

“¿Qué sucede una vez alcanzado el valor programado de energía de carga? El equipo estará listo para generar un pulso láser, siempre que se cumpla la condición de punto focal. Es decir, cuando la piel del paciente interrumpa la barrera de luz que se establece entre un emisor (LED) y un receptor (Fototransistor)”.

Celosos de los aspectos de seguridad del equipo, debido a las particularidades del láser, los tecnólogos se han asegurado de que la perforación únicamente se produzca en el momento en que la barrera de luz sea interrumpida por la piel del paciente.

Casi al final del camino, después de sortear los muros de cada inconveniente, al ingeniero José Luis Cabrera, a “Chawy”, como afectuosamente le llaman sus compañeros, la cabeza se le llena de ocurrencias.

“¿Ves ese dedo? Es mío”, dice, en lo que muestra con orgullo la foto de una cáustica herida de batalla. “Fue con una lanceta metálica… Na’, para la historia. Guardo no sé ni cuántos disparos con láser; pero a la antigua, nunca tengo el valor de pincharme”.

 
(Revista Juentud Técnica)

Noticias relacionadas

Comments